Iniciar un proyecto nuevo es inspirador.

Sueñas despierto con todas las cosas que vas a hacer, esos dibujos que serán plasmados en papel, esas historias que serán narradas, esa gente que te elogiará, las entrevistas en los medios especializados, el dinero que ganarás…

Todo son posibilidades.

Te pones a leer blogs y buscar tutoriales sobre cómic y dibujo. Se te ocurren un montón de ideas, pero no hace falta anotarlas porque son tan geniales que algo así es imposible que se olvide. Comienzas a estructurarte. Primero anatomía, luego fondos, y después el cómic.

Empiezas a dibujar y todo es perfecto, aunque, el primer día no ha sido tan bueno como esperabas. No importa, sólo es uno, mañana será genial.

El siguiente día los profesores te han mandado mucha tarea y no podrás hacer nada pero mañana seguro que sí. Y al día siguiente los amigos te llaman para jugar a Call of Duty. El cuarto día te vuelves a poner, tendrás que rendir mucho porque los días anteriores no hiciste nada. El problema es que ese día resulta ser peor incluso que el primero,

Las cosas resultan ser “un poco” más complicadas de lo que te esperabas, no avanzas tan rápido como querías y no tienes la repercusión en los medios que deseas. No consigues ese éxito inmediato del que tanto se habla.

Y entonces lo dejas.

Pero no pasa nada, porque tras unos meses vuelves a la carga con energías renovadas y consigues avanzar un poquito más con el proyecto hasta que algo se interpone y… lo vuelves a dejar.

Seguro que te suena ¿verdad?

Este «placer por emprender” se basa en que nos emociona iniciar proyectos. Todo son ventajas. Sólo sabes ver las cosas que vas a ganar, y nunca ves el precio a pagar. Seguro que conoces a alguien que no para de hacer cosas y que nunca terminar alguna.

Reconócelo, soñar es fácil y rápido, pero sobre todo barato,  y esto lo convierte en un combustible muy potente. El problema es que es un combustible que se consume igual de fácil y rápido que como llega, y una vez agotado hacen falta semanas para generar más. La falta de energía  hace que te intereses por otro “sueño” volviendo al inicio. Como se suele decir: “la esperanza es el primer paso para la decepción”

Los sueños se estrellan fácilmente contra la pared. ¿Porqué? Pues porque en su mayoría se basan en ideas imposibles inspiradas por casos de los que sólo conocemos la fachada. Por ejemplo, nunca llegas a comprender lo sacrificado que es hacer un cómic hasta que no te poner con uno. 

Para para la mayoría de proyectos hace falta un combustible que consuma poco y dure mucho. Y no se llama “sueños” sino CONSTANCIA.

Aunque siempre hace falta una pizca de sueños, ya que gracias a ellos puedes volver a levantarte cuando te caigas. Pero la constancia es la clave.

Es muy fácil ilusionarse con un nuevo proyecto, lo difícil es mantenerse motivado y ser constante.

Me he dado cuenta de que las cosas cuanto más lejanas son, más te apetece ponerte con ellas. Te cuesta mucho sentarte a dibujar, pero en cambio, no te cuesta nada soñar con ser un gran dibujante.

Y es que los sueños están hechos de mentiras.

Cuando te pones a dibujar, empezar es el momento más duro. No te apetece, no tienes fuerzas, no estás inspirado… pero, una vez que empiezas, sólo puedes ir a más. Un simple círculo en el papel siempre es mejor que un papel en blanco.

La clave para avanzar en tus sueños es que debes de acostumbrarte a las pequeñas tareas. Simplemente intenta hacer tareas sencillas lo mejor posible. No intentes hacer el muro perfecto, intenta colocar cada ladrillo perfectamente. Y al final construirás la pared que querías.

En los momentos en los que pierdes la inspiración, en los que no ves la luz al final del túnel, quedarse parado no debe ser una opción. Detenerse no va a hacer que el final del túnel se acerque. Tienes que ser tú el que avance. Hay que caminar poquito a poco e ilusionarse de los pequeños progresos.

Es muy frustrante trabajar diariamente en algo que te gusta, luchar para que se convierta en algo mayor y ver como las cosas ni cambian ni mejoran. Pero cada dibujo, cada idea, cada viñeta, es un avance.

Ahí es donde se esconde la inspiración. Así es como se rellena el combustible de los sueños.

Si vas a hacer algo, propóntelo hacerlo lo mejor que puedas. Si fallas que no se diga que por ganas no fue.

Si vas a trabajar en algo, y ya sabes de antemano que vas a acabar haciéndolo mal, entonces ni lo intentes. No pierdas tiempo ni esfuerzo. No empieces un proyecto que no te ilusiona, pero lucha con todas tus fuerzas en los que sí. Si al final tu sueño fracasa. No pasa nada. Aprende de los errores y sigue adelante. Pero aprende del fracaso y no te obsesiones por la búsqueda de la perfección.

Y tú, ¿vas en serio con tu sueño?